lunes, 12 de junio de 2017

Creed. La leyenda de Rocky

Pues sí, el Rocky al que se refiere el título es ni más ni menos que el Rocky Balboa que todos conocemos (o deberíamos conocer). De hecho Sylvester Stallone es el coprotagonista principal de la película en una nueva encarnación del único gran personaje que ha interpretado en su carrera, sin embargo habría sido más honesto conservar el título original de Creed a secas o bien haber añadido un subtítulo que se aproxime más a la realidad. Algo así como La leyenda de Apollo.

El pequeño y conflictivo Adonis, huerfano de padre y madre sobrevive en un reformatorio de California a base de puños y mala leche. Un buen día aparece por allí la viuda de Apollo Creed y le revela que aunque es el hijo ilegítimo del gran boxeador desea adoptarle. El joven Adonís (Michael B. Jordan) pese a ir creciendo en un entorno privilegiado no desea renunciar al sueño de convertirse en boxeador como su padre, al que nunca llegó a conocer. Sin contar con el apoyo de su madre adoptiva abandona su flamante enchufazo en una gran compañía para viajar a Filadelfia, con la intención de ser entrenado por el mayor rival y amigo de Apollo: Rocky Balboa.

Curioso spin-off este de Creed, La leyenda de Rocky de Ryan Coogler. Basado en el universo Rocky y con el propio Rocky esta vez como entrenador, la película oscila entre el melodrama culebronesco de TV movie de después de comer, las escenas íntimas y de ambiente looser propias de la Rocky original y las inevitables escenas fantasmiles de desafíos, valentías y heridas todos los días (Lope de Vega dixit)

Se nota buena intención, la verdad. Hay ganas de hacer una película digna, respetando muchos aspectos de la saga. Los escenarios, con esas oscuras barriadas de Filadelfia de ambiente invernal. El espíritu de la música original de Bill Conti. Los guiños a personajes y escenas míticas., pero todo ello renovado y desde un punto de vista actual.

Sin embargo la peli hace aguas en algunos aspectos básicos que hacen que definitivamente salga mal parada si la comparamos con las mejores de la saga. Digamos que esta todo hecho un poco de oídas, sin profundizar verdaderamente en los por qués de la astuta narración de la primera entrega de Rocky.

Allí donde teníamos un perdedor de libro boxeando para sobrevivir a la miseria tenemos a un niño rico que boxea porque es medio gilipollas. Allí donde los escenarios y el ambiente de bombillas de 40 vatios eran los que eran por el estatus social de Balboa, aquí son forzados para que el nene se sienta los suficientemente outsider. Allí donde Rocky se entrenaba con lo que podía porque no tenía un centavo, nos encontramos a un chaval con su tablet y su ropa buena que lo más pesado que ha levantado es un paquete de folios reciclados en la ofi.

Es que por mucho que nos intenten vender que su motivación es seguir los pasos de su padre no hay quien se lo trague. Claro, esto hace que se resientan algunas escenas que deberían ser claves como el momento álgido del combate final o el tristísimo intento de hacer una escena al nivel de la de la legendaria escalera, pero corriendo por la calle rodeado de los canis del lugar con sus Bultacos y Derbis robadas.

Hay algunos buenos diálogos y la peli está bien construida, pero en general resulta un poco floja. Yo no entiendo mucho de boxeo pero el actor que hace de Adonis Creed me da la sensación de que golpea fatal. Las escenas de lucha están bien montadas pero se pegan unas hostias que noquearían a un elefante en el primer asalto. O sea, puñetazos a todo lo que da en toda la jeta todo el rato, más propios de un Bruce Lee que de un Mike Tyson.

Y la ternura. Ni rastro de la ternura que destilaban las escenas de pareja de Rocky. Aquí lo más que hay es una historieta de amistad poco creíble y un rollete pasajero con una vecina.

¿Soy muy exigente por comparar esta película con Rocky? igual sí, pero ¡haber escogido un bodrio para spinoffear!

Calificación final: Mitología de chichinabo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario